Klaatu: pronto me marcharé, y disculpen si no me ando con rodeos. El universo es cada día más pequeño, y la amenaza de agresión por parte de cualquier grupo ya no puede tolerarse. Debe haber seguridad para todos, o nadie estará seguro. Esto no significa renunciar a la libertad, excepto la de actuar irresponsablemente. Sus antepasados lo sabían cuando crearon las leyes para gobernarse, y usaron policías para respetarlas. Los habitantes de otros planetas hemos aceptado este principio. Tenemos una organización para la protección mutua de todos los planetas, y para la total supresión de la agresión. La prueba de una autoridad así es la fuerza policial que la sostiene. Para que se cumpla, hemos creado una raza de robots. Su función es patrullar los planetas en naves espaciales como ésta, y mantener la paz. En asuntos de agresión, tienen un poder absoluto sobre nosotros que no puede revocarse. Al primer indicio de violencia, actúan automáticamente contra el agresor. El precio por provocar su acción es demasiado terrible para arriesgarse. Como resultado, vivimos en paz, sin armas y sin ejércitos, sabemos que no existen la agresión ni la guerra y podemos dedicarnos a asuntos más provechosos. No pretendemos haber logrado la perfección, pero tenemos un sistema, y funciona. Vine a presentarles estos datos. No nos interesa cómo gobiernan su planeta. Pero, si nos amenazan con su violencia, su Tierra se verá reducida a cenizas. La elección es fácil. Únanse a nosotros y vivan en paz, o sigan así y prepárense para su destrucción. Estaremos esperando su respuesta. La decisión es suya.
Antes de marcharse, Klaatu pone las cartas sobre la mesa y da un ultimátum a la tierra, en los minutos finales de The Day the Earth Stood Still (1951), clásico dirigido por Robert Wise reivindicado hasta la saciedad gracias a su doble lectura más cercana a la declaración política que a la ciencia ficción más pulp
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