Una noche cualquiera el cielo nocturno se llena de pequeñas luces del tamaño de una pelota de tenis que caen sobre la tierra, en ellas viajan cientos de extraterrestres similares a gusanos que buscan conquistar la tierra al introducirse en los cuerpos de los habitantes del planeta para controlar sus mentes, convirtiéndoles en autómatas que les servirán de despensa ambulante al utilizar la sangre de los cuerpos como alimento mientras encuentran a un humano desprevenido al cual devorar con las nuevas habilidades proporcionadas por la mezcla entre el adn humano y el alienígena que convierten a los cuerpos humanos, en una especie de plantas carnívoras sedientas de sangre. Esta es a grandes rasgos la trama de Parasyte, manga de Hitoshi Iwaaki que me ha conquistado en los pocos tomos que he leído gracias a su narración, mezcla entre comedia adolescente y gore de la vieja escuela, de la que destaco sobremanera las mutaciones creadas por el autor, como vemos en la imagen en la que un amoroso esposo tras la influencia alienígena decide solucionar los problemas maritales tomándose un bocadillo.
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