Las mujeres rubias siempre han sido un fetiche para el imaginario de la (Sub)cultura mundial al ser convertidas iconográficamente en objetos de deseo, es por eso su recurrencia natural dentro de la novelas pulp desde la instauración del genero. Nos encontramos inicialmente con rubias que eran retratadas como mujeres que despertaban las más bajas pasiones de los protagonistas masculinos de las novelas que hacían cualquier cosa que estuviese a su alcance para conquistar el amor de la rubia de turno. Este imaginario no tardo en evolucionar al imbuir de una personalidad casi licenciosa a las féminas que se aprovechaban de sus encantos para apoderarse de los bienes de hombres acaudalados que no podrían resistir sus encantos. Esta línea derivo rápidamente en una corriente que en una especie de venganza literaria instauro el subgénero de crímenes en los que la víctima era generalmente una rubia que caía presa de un misterioso criminal, lo que desencadenaría cierto nivel de controversia por parte del sector femenino que no veía con muy buenos ojos las situaciones por las que pasaban las protagonistas de las novelas, es así como en una jugada muy astuta realizada por los escritores pulp, se empiezan a publicar novelas en las que las rubias pasan de ser objetos de simple deseo a mujeres de armas tomar que dominaba por completo a su contraparte masculina teniendo mucho más éxito que las anteriores versiones cambiando por completo el registro de la mujer rubia hacia un terreno digno de cualquier femme fatale.
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