Los prospectores son exploradores espaciales que se encargan de tripular el mayor descubrimiento de la humanidad, una serie de naves encontradas en un asteroide cerca de Mercurio, las cuales fueron construida por una extinta civilización conocida como los Heechees quienes dejaron programadas estas naves con una ruta preestablecida que llevara a los pilotos en un viaje de ida y regreso por los confines del espacio. Hasta ahí la cosa no pinta nada mal, el meollo del asunto radica en que la tecnología Heechee es incompresible para los humanos, lo que convierte el pilotar las naves en una misión casi kamikaze al no saber hacia qué rumbo se dirigirá la nave, con la incertidumbre de si al terminar el viaje se encontraran en medio de un agujero negro o si por el contrario contaran con la suerte de descubrir un nuevo planeta que les brinde la posibilidad de ser explotado.
Uno de estos prospectores es Robinette Broadhead protagonista de Pórtico (1977), obra cumbre de Fredick Pohl, prolífico autor de ciencia ficción que cuenta en su haber con más de una veintena de libros y que tiene el honor de ser el único en obtener con una misma novela (Pórtico en este caso) los premios Nebula, Hugo y Jhon W. Cambell, y no es para menos, estamos frente a una obra de esas que se publican de vez en cuando, un rara avis de la ciencia ficción que se nos presenta en su desarrollo casi como una anti space opera en la que somos testigos de las aventuras y desventuras de Robinette por llegar a convertirse en prospector y luego de conseguirlo lo acompañaremos de igual manera en sus viajes a través de la galaxia, claro que el apartado que más satisfacción puede generar es la línea argumental de Robinnete y su terapia psicológica a cargo de un androide llamado Sigfrid von Schrink, momento en el cual realmente descubriremos la intrincada psique de nuestro protagonista, permitiendo al lector adentrarse en un “viaje” digno de ser elogiado.
Nave prospetor en acción |
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