jueves, 2 de enero de 2014

Profondo Rosso: un clásico que no lo es

Una deuda que tenía pendiente era ver Profondo Rosso (1975) de Dario Argento, quizás la película más aclamada del director italiano junto con Suspiria (1977) a la que le tengo un gran cariño. Por ende las expectativas estaba realmente altas, me esperaba encontrar con un Argento en plena forma pero todo esto se fue por entre un tubo conforme iban pasando los minutos y la película iba entrando en una trama casi ridícula con unas actuaciones que dejan mucho que desear y que son un lastre para toda la película que solo se sostiene gracias a sus escenas de asesinatos que te hacen espabilar un poco y que te dan las fuerzas para aguantar los minutos a la espera de la siguiente muerte.

La historia no es demasiado compleja al toma los parámetros establecidos de los Giallos italianos en la figura de un asesino misterioso que es descubierto por una vidente a la cual terminara asesinando, este hecho es atestiguado por un transeúnte que se empecinara en descubrir la identidad del asesino, aventura en la que nos llevara de la mano intentando atar los cabos que lo lleven a resolver el misterio. Esta premisa es básicamente destruida por Argento al intercalar escenas de real importancia para la trama con unas escenas casi cómicas en las que el protagonista - interpretado por David Hemming – resuelve la tensión sexual que tiene con su compañera de investigación, una periodista que esta empecinada en lograr la exclusiva de la historia que me atormentaran por semanas al no encontrarle sentido  alguno, más que el alargar el metraje que resulta casi abrumador.


Por fortuna la película no es un completo desperdicio, las muertes están muy bien diseñadas y tienen la firma de Argento impregnada por todas partes, el cual busca constantemente regodearse con los momentos finales de las victimas con uno encuadres sumamente imaginativos que dan un toque singular a las secuencias en las que los efectos especiales, sin ser demasiado elaborados, cumplen su principal función que no es otra que hacernos sentir cierto desagrado por lo que tenemos en pantalla que si no fuera por ellas,  las más de dos horas que invertí viendo este supuesto clásico hubieran sido un total despropósito.